Ayer miraba la luna, grande, potente y con clase. Esa que nos acompaña cada noche y encandila nuestra mente. Esa que fotografiamos y que a modo de photocall siempre queremos posar con ella, la que admiramos en noches de verano y también de invierno.
Esa luna falsa e inerte que pulula a nuestro alrededor, que brilla porque la hacen brillar y porque sabe donde tiene que estar. Esa que se lucra de la luz de los demás para iluminar tristezas y alegrías.